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viernes, 25 de noviembre de 2011

Rezaba por sentir.

Llegó a saturarme la idea de haber visto morir al amor tantas veces. Cuántas veces empecé de cero, cuántos nombres taché de la lista, borrón tras borrón, las pocas iniciales que recuerdo... Nunca he estado solo, entre historias nunca han pasado las semanas necesarias para reconstruir lo deshecho, y así ha ido todo. Rezaba por sentir aunque fuera angustia, pero sentirme vivo. Notar que me hervía la sangre, que no sólo respiraba, que viviría cosas que mereciera la pena escribir como cartas al yo futuro. Y escribí. Compulsivamente. Cada detalle, cada palabra barata que me calaba hasta los huesos, cada frase después de un polvo. Podría hacer una colección, escribir un libro, una enciclopedia de cínicos. No puedo culpar a nadie, la primera equivocado soy yo. Yo, que siempre me he guiado por impulsos. Ellas, que llegaron a llamarme frío, ignorantes de que el hielo también quema. Y empiezo a creer que no, que no he visto morir al amor tantas veces. Porque quizá no lo vi nacer, me obligué a creer, me forcé a sentir.

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